¿Grecia y España se parecen?

A día de hoy Grecia comparte con España un estado de cuentas ruinoso, aunque nada comparable. Si la situación de España es lamentable, la de Grecia es desoladora. Serán muchos años de ajustes, sufrimiento social y muy buena gestión los que harán falta, no ya para que Grecia vuelva a ser lo que era, sino para que en Grecia se recupere el ánimo social.
 
Pasar de ser un país orgulloso de si mismo y de su desarrollo se ha pasado a ser un país desgarrado por la deuda, en este sentido y aunque en menor medida, España está en la misma situación. En Grecia los profesores han pasado de cobrar 1200 euros a cobrar 600, y para más broma, se pueden considerar afortunados. En España los recortes en este sector afectan fundamentalmente a los interinos, que se están quedando en la calle, pero sus salarios se mantienen más o menos intactos.
 
Y la pregunta es, ¿por qué?
 
Para la mayoría, la respuesta es muy compleja, los mercados financieros, la unión europea, los políticos, los sindicatos, etc.
 
Sin embargo para mi la respuesta es sencilla. PÉSIMA GESTIÓN. Todo empresario sabe que es gestionar bien y mal, y lo sabe por que si gestiona mal, ni le puede echar la culpa a otro, ni puede derivar las responsabilidades a terceros, el será el primer afectado.
 
Si bien una pequeña o mediana empresa la dirige una persona, que frecuentemente es el mismo propietario, o una gran empresa la dirige una junta de accionistas mediante una junta directiva, el estado los dirigen los políticos. Y el estado, a fin de cuentas, es una empresa en el sentido que tiene obligaciones de cobro y de pago. Y lo hace con un fin, que la empresa llamada estado sea lo más “rentable posible”, y la rentabilidad puede ser medida en términos de la calidad de vida que le aporta a sus ciudadanos. Si el estado no aporta calidad de vida a sus ciudadanos, se puede decir que la empresa funciona mal.
 
El problema es que los políticos se pasan el día hablando y echándose “mierdas” los unos a los otros. Cuando además los sindicatos tienen una fuerte presencia, como fue el caso de España en las dos legislaturas de Zapatero, la política se corrompe aún más. Y se corrompe más por que, entre otras cosas los sindicatos, buscan hacer política con una orientación de “protección de la clase trabajadora”. Pero la política, a fin de cuentas, es como una campaña de marketing ideológico, en la que los políticos, sean o ni sindicalistas, desean presentarse como los mayores benefactores para el país que gobiernan.
 
Si bien hay muchas cuestiones que no son cuestionables, hay otras que si que lo son. Por pedir derechos, podemos pedir el derecho que queramos, pero la cuestión es que no es solo cuestión de derechos, los derechos se materializan con dinero. Esta muy bien decir que todo el mundo tiene derecho a una sanidad gratuita, cosa con la que yo estoy totalmente de acuerdo, pero no puedo tampoco dejar atrás que a los médicos hay que pagarles, que los hospitales hay que mantenerlos, y que las farmacéuticas tienen que cobrar los medicamentos que desarrollan.
 
El problema viene cuando se quiere poner el derecho, supremo por otro lado, a la salud, con la incapacidad de pagar dicho servicio. El problema viene cuando se habla del derecho a un aeropuerto que no es sostenible económicamente, el problema viene cuando se quiere un tren de alta velocidad por que esta o la otra ciudad también lo tiene.
 
El problema es que los políticos nos quieren vender su idea de que tenemos derecho a esto, aquello o lo otro (cosa probablemente innegable) cuando no es una infraestructura asumible en términos económicos. Por otro lado, los ciudadanos, se apoderan de las palabras de su líder político y la reclaman con fuerza, y argumentan, “es que si no tenemos esto o aquello somos ciudadanos de tercera”. Olvidémonos de la retórica populista, no se puede tener lo que no se puede pagar, y no hay más vueltas de hoja.
 
Los que han llevado a España y a Grecia a la situación en que están, han sido los políticos, no los mercados financieros, como avalan algunos con frases como “la dictadura de los mercados”. Los mercados financieros también le dejan dinero a Alemania, a Noruega o a Australia, pero también es lógico, que su tu prestas, quieras que te lo devuelvan. Y cuando llega el momento en que pides prestamos para pagar otros prestamos, significa que no eres capaz de producir o generar los valores que estas pidiendo prestados.
 
Que sencillo seria todo si para pagar un crédito que no podemos pagar, pidieramos otro. Por que luego para pagar ese segundo crédito pediriamos un tercero, y así sucesivamente. Pero no podemos dejar de pensar que el dinero en realidad es un trueque. El dinero representa a algo, el dinero de por si no tiene valor. El dinero toma valor cuando representa algo tangible. Cuando el dinero deja de representar un bien tangible, ya no hay dinero, hay especulación. Y todos sabemos que tanto es España como en Grecia, especulación no ha faltado. Muchos se han enriquecido con esa especulación, y también muchos de los que se enriquecieron, hoy lo han perdido todo, no solo lo que ganaron en movimientos especulativos, sino también lo que tenían de antes como bienes legítimos y ganados a pulso.
 
Los políticos son los culpables, ellos son los que administran el estado, de la misma forma que cualquier empresa tiene una dirección a la que se hace responsable de sus ganancias, pero también de sus perdidas. O si no que me responda alguien, ¿por qué el Banco de España permitia de manera constante que se concedieran hipotecas de 150.000 euros a mil-euristas o créditos de 25.000 euros para comprar un coche a una persona que ganaba 800 euros con un contrato temporal?
 
La diferencia entre un directivo de una empresa, sea grande o pequeña, es que este puede ser enjuiciado por sus malas acciones. Los políticos, no tienen esa responsabilidad, hablan de responsabilidad política, en que términos generales supone una retirada de la vida política con una pensión vitalicia de varios cientos de miles de euros anuales.
 
Desde aquí solo pido a mis lectores que no piensen en términos políticos, háganlo en términos de coherencia.