RESUMEN



ARTÍCULO: Validez epistémica de la Psicología


Uno de los problemas capitales de la Psicología actual, si no el más importante de todos, es el de su validez epistémica. En el texto revisado (citado al final como fuente consultada) me fue posible encontrar algunos elementos que resaltan por constituirse en argumentos contundentes para refutar la legalidad científica de la Psicología, pero que de la misma manera pueden ser reducidos a meras perspectivas parcializadas si ampliamos el campo de observación y consideramos las generalidades antes que los casos particulares. Bien podría llamar falacias a cada uno de estos elementos o proposiciones, sin embargo una descalificación en estas circunstancias correspondería a la repetición del error eterno del individuo que busca el conocimiento, que es el de asumir una idea como verdad para opacar otra distinta. Es parte de la actividad cognoscitiva del Hombre, no obstante, esta lucha incansable entre propuestas, de modo que incluso una descalificación de este modo de proceder es ya una evocación del mismo, y fácilmente se advierte la imposibilidad, en determinado punto, de escapar a una regresión al infinito.

Tales “falacias”, asumidas comúnmente como escollos en el desarrollo científico de la Psicología, son las siguientes:

1.       El desarrollo científico de la Psicología es tardío, y por tanto es entendible la fragmentación actual, propia de la edad inmadura de toda otra disciplina de ese orden. A pesar de que es innegable el hecho de que la fragmentación es propia de una etapa temprana en el desarrollo de toda ciencia, y que de hecho las demás disciplinas han alcanzado una madurez que la Psicología mira todavía lejana, su desarrollo es tan antiguo como el pensamiento humano mismo. Desde que el ser humano es un ente capaz de pensarse a sí mismo y representar mentalmente al mundo y su lugar en él, ha estado desarrollando la Psicología como ciencia. Esto no quiere decir sino que toda actividad mental es ya psicológica, y contribuye inmediatamente a la construcción de una categoría científica elemental que se va nutriendo de los movimientos de consciencia tal como un todo se descompone en sus partes en el análisis, sin d4ejar de ser por ello el universo que lo contiene ya todo. La Psicología ha sido siempre ese universo de conocimientos que ha debido fragmentarse, diversificarse y especializarse lentamente a lo largo de la historia, para ver nacer en su seno a las así llamadas “ciencias” que reclaman el poder de las certezas o las máximas aproximaciones. De hecho, sostengo que la Filosofía no es otra cosa que el producto de ese acontecer elemental y general que hoy llamamos Psicología, como el objeto máximo antepuesto ante la consciencia universal, ante el conocimiento que posee el Hombre como sociedad.

Que hoy en día se hable del surgimiento de una disciplina con miras a convertirse en ciencia, llamada Psicología, responde a una más de las actividades cognoscitivas a nivel de cultura o civilización, y es precisamente a identificación de la “Ciencia Madre” desde su forma más simple, desde su representación más íntima en relación al individuo pensante. Descubrir la Psicología como ciencia y al individuo como su objeto, es decir, al sujeto en su expresión más pura, es desnudar a la unidad de pensamiento hasta encontrarse con la forma más simplificada de consciencia humana, un movimiento muy poco distinto a la duda metódica de Descartes, o de la reducción a la nada del ser por parte de los existencialistas. Actualmente, la Psicología se encuentra en una etapa decisiva, en la que circula alrededor del absurdo de la existencia sin atinar a establecer su punto de partida por temor a ser finalmente descalificada ¡por sí misma!, desde otra área de su dominio (las famosas ciencias naturales o exactas). Es así que lo que llamamos desarrollo tardío es solamente una muestra tomada de la extensísima historia de la Psicología, que se ha encargado primero de entender la periferia del individuo pensante a través de las disciplinas del conocimiento científico antes de encontrarse a sí misma como el punto de partida y retorno de toda la actividad cognoscitiva del Hombre.

 

2.       El problema de la Psicología es la imprecisión de su objeto de estudio, que vacila entre la conducta y sus manifestaciones, y las representaciones mentales. A mi modo de ver, la verdadera confusión radica en la falta de claridad del abordaje de la Psicología, propia del momento histórico de su desarrollo. El problema puede reducirse a esto: el objeto de la Psicología es toda realidad en la consciencia del individuo. Por lo tanto, la segunda de las proposiciones dentro de esta dialéctica sería la correcta. Sin embargo debemos entender mejor lo antes dicho: toda realidad en la consciencia no incluye toda realidad en esencia, del Mundo. Esto quiere decir que tenemos que evitar, al menos sin mejores argumentos que los existentes, toda forma de solipsismo. La realidad que percibe el Hombre es toda su verdad, pero nada tendría esto que ver con la realidad objetiva de la cual, apegándome a varias posturas muy conocidas de la Filosofía de todos los tiempos- nada podríamos decir en cuanto a su esencia. Vacilar entre el establecimiento de la conducta, o de la Mente, como objetos de la Psicología, es siempre dar vueltas en círculo, hablar de representaciones de la Mente dirigidas hacia uno u otro aspecto de esa realidad de la consciencia de la que tanto hablo. El problema, de todos modos, es determinar cuándo el movimiento de consciencia elevado a la categoría de disciplina científica -en este caso la Psicología-, se acerca a la descripción o explicación de lo que es el sujeto (conducta o Mente), y para ello parece no haber aún respuesta satisfactoria, y menos después de lo que ya he expuesto en este breve ensayo. La delimitación del sujeto implica ciertamente partir de la nada de ser, luego de lo cual es posible adjudicarle todos los elementos de la realidad de la consciencia tanto como no se ha elegido en principio ninguno. Seleccionar uno u otro descartando otras posibilidades es, seguramente, una acción viciada y poco productiva, pero he ahí que ha sido imposible hacer de esta tercera opción la única salida. Por mi parte puedo decir que entender al universo de las representaciones como el objeto de estudio de la Psicología no implica necesariamente que ésta deba permanecer como el sustrato de todas las ciencias, puesto que hay un señalamiento que ha quedado pendiente, que podría echar por tierra tal pretensión: el Hombre es capaz de representarse al mundo y a sí mismo, y es toda la realidad de la que podrá dar cuenta… ¿por qué sería imposible entonces que, dentro de esa misma realidad, pueda encontrarse a sí mismo separado del mundo, y hacer de esa existencia individual su verdad absoluta como sujeto cognoscente?

 

3.         El objeto de la Psicología se reduce a veces al plano biológico, otras se extiende hacia el social, y en los intermedios surgen las descabelladas ideas de que existe la Mente, el Ser entre el Cuerpo y la Cultura. No hace falta ahondar demasiado en la respuesta a este escollo, pues ya bastante se ha dicho en párrafos anteriores a este respecto. Siendo que el objeto de la Psicología es el individuo que es capaz de representarse al mundo y a sí mismo dentro de él, ese universo de objetos que caen dentro de su consciencia es precisamente la Mente de la que tanto se habla. El cuerpo no podría existir para ese sujeto si no fuera por la representación mental del mismo, y por lo tanto tan falso como cierto es el postulado de que el objeto de la Psicología radica en el organismo y sus funciones adaptativas. Lo propio sucede en el plano de las relaciones interpersonales, en el acontecer de la sociedad en la que el sujeto se desenvuelve. Estamos en medio de un universo de símbolos o representaciones que componen toda nuestra realidad, y no ante un todo del que podemos ser testigos desde una distancia prudente, y es por ello que es tan complicado llegar a delimitar al objeto de la Psicología y darle una forma adecuada a las fórmulas, los gráficos y los pedazos de papel en blanco.

Podríamos intentar acercarnos a la resolución del problema epistemológico de la Psicología tomando como ejemplo el movimiento multidisciplinario del Estructuralismo, cuyo proceder para el entendimiento de sus objetos de estudio es idéntico al que atribuyo a la Psicología como forma elemental y universal de la ciencia. En Estructuralismo, es palabras sencillas,  busca descomponer al todo que es su objeto de estudio haciendo un análisis minucioso de lo que tiene entre las manos, y luego recomponerlo para ir comprendiéndolo a medida que arme el rompecabezas. ¿No es eso, precisamente, lo que ha hecho la Psicología desde que el Hombre es Hombre? Quizá estamos en el punto candente de ese gran análisis, y quizá no sea sólo una coincidencia que Freud haya desarrollado un método analítico para intentar darle a la Mente la categoría de objeto susceptible de ser estudiado y descrito. Freud representa un análisis mucho más amplio dentro del desarrollo científico general, al extraer del amasijo de la conducta, la espiritualidad y el cuerpo, que llamamos ser humano, su dimensión más íntima, un espacio oscuro enclavado entre las formas palpables y la manifestación de su entidad dentro de un grupo de pares en comunión con la naturaleza, al que llamó inconsciente. Tal como el pensamiento, o la misma historia de esa “pequeña Psicología” que inicia su historia en el laboratorio de Wundt en 1870, el desarrollo de la gran Psicología es un mero movimiento autoanalítico, una descomposición del todo para pensarse a sí mismo desde sus formas más generalizadas, hasta alcanzar la descomposición fina que arroja ante sí mismo detalles insospechados de su propia esencia. Es posible que Freud, emulando este gran movimiento universal del conocimiento, haya encontrado la manera de esquematizar la esfera fuera de la cual existe el mundo sujeto a representación, encapsulando dentro todo otro universo de misterios cuya misión es la de contener toda verdad posible, toda forma de atestiguar la propia existencia, que se ha llamado a sí misma “la Mente Humana”.

 


REFERENCIAS

Introducción a la Psicología Dinámica. Poch I., Bullich J.: Psicología dinámica. Herder, Barcelona.- 1989, 49-62

 

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